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 Historias de guerra: Yeyn

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MensajeTema: Historias de guerra: Yeyn   Historias de guerra: Yeyn I_icon_minitimeMar Dic 01, 2009 12:36 am

…y aunque tu carga fuera astuta…
…aunque tu fiereza fuera irresoluta…
…nosotros vimos tu fuerza bruta…
…por tu valor y fuerza, contaste con nuestra lealtad absoluta…
… pero, ¡Ay, héroe de nos! te han jodido, hideputa.


- Cantinela Militar de Berekost, atribuida al Batallón de la Espada Quebrada -
Historias de guerra: Yeyn Espada1 - La calma tras la tormenta: El Alcázar Semperverno -Historias de guerra: Yeyn Espada2e

Unas cuantas rocas mas caen y la luz llega a filtrarse por la fisura. El tuerto alza la vista aturdido, entre toses, y aspira el aire de la mañana, mezclado con el olor a sangre y a plenamar.

¡Otro superviviente!, Gritan desde el exterior, cercanos, y la par, muy lejanos… pronto más y mas piedras caen y la luz entra ya, iluminando la paja chamuscada, las columnas quebradas de madera y las paredes desmoronadas de lo que, hasta hará unas horas, debió ser un establo … hombres ataviados con los petos de El Monolito irrumpen en la estancia, apuntando al hombre con lanzas y espadas. Este, incapaz siquiera de levantarse, tose pesadamente antes de alzar su mano y dejar ver su armadura de soldado, idéntica a la de los hombres ¡Salve el Coronel Krenshark! - grita el malherido con una voz seca, cansada y dolorida, golpeándose el corazón y extendiendo la mano hacia el frente cual saeta.

Los soldados de Berekost que ha entrado se dedican miradas entre ellos ante las palabras y el gesto del que reconoce, como un compatriota, el que parece liderar al grupo se dirige hacia la ruinosa salida de la estancia, gritando; ¡Es uno de los nuestros! ¡Llamad a Valirox, necesita a un sanador ya! ¡Y traedle algo de agua!.

Todos los soldados abandonan a paso ligero, en un intento de formación el derruido establo por la única salida posible, la que ellos mismos han abierto… solo uno de ellos se queda atrás y ayuda al tuerto a ponerse de pie, un zagal que aun no debe haber visto quince inviernos… apoyándose en el muchacho, con andar cojeante, el malherido soldado deja atrás el establo.

¿Cuál es tu nombre, muchacho? pregunta el hombre conforme se acercan a la salida, entre las cascadas toses de un moribundo.
Ondruu señor… acarreador y siervo de los guerreros de el Batallón del Dragón Negro, hasta tener edad de portar espada y escudo.


Ambos, hombre herido y niño de incierto sino, salen por la grieta que los soldados han abierto retirando rocas… a alrededor suyo, el soldado, ve agolparse a los vivos, soldados del Batallón del Dragón Negro recogiendo espadas, saetas, arcos, ballestas, escudos y armaduras útiles de los destrozados y desmembrados cuerpos de los caídos, Berekositas y Erinitas por igual, contados si no en decenas, cientos… los cuervos sobrevuelan el patio interior de las ruinas de lo que fuera un castillo, alimentándose con los trozos de carne que consiguen arrancar de los cadáveres o de la misma carne que las saetas, látigos, espadas lanzas y manguales han desprendido de lo que antaño tuviera forma de ser humano.

¡Hemos encontrado el blasón de Achilard de Erina mi señor!¡Ha muerto!
¡Se han desplomado las habitaciones de la torre del homenaje, traed hombres, necesitamos retirar los escombros!
¡Que los acarreadores rebusquen entre los cuerpos muertos! ¡En las almenas los arqueros sufren escasez de saetas!


Aquí y allá, al paso del soldado herido y del joven acarreador no dejan de oírse los apremiantes y caótico gritos del ejército, preparándose para fortalecer la fortaleza de cualquier ejército enemigo que el azar pudiera traerles... es solo cuando salen por el portón semiderruido y desciendes sus pasos por el acantilado, hacia el campamento costero, donde cuatro navíos de Berekost yacen encallados cuando toda la urgencia, el caos y la presura de las tropas se ve sustituida por una apacible paz. El joven toma el antebrazo del soldado y le lleva ante el fuego de una de las hogueras, en torno a la cual aguardas sentados, pasándose una botella una media docena de soldados… hay dos o tres rostros conocidos para el tuerto, Karl, alabardero del batallón de la Espada Quebrada es uno de ellos, y en el mismo momento en que cede en la mano de otro su botella, cae al suelo, derrumbándose sobre un ensangrentado charco carmesí. Nadie parece especialmente afectado por la muerte de Karl, y la botella, como la aguja de un reloj, sigue su curso, ahora con un hombre tuerto sentado en el lugar donde ya había un hombre al que la batalla le había sajado un brazo.

Pasan pocos minutos hasta que un relincho rompe el ausente vacuo y melancólico silencio de los soldados sentados en torno al fuego; todos voltean sus miradas para contemplar a un oficial de intendencia, hombre de años entrados y calva prominente, cabalgar sobre un corcel, flanqueado de dos alabarderos de los ejércitos de Berekost.

¿Soldado Yeyn Herzbrennt? Preséntese de inmediato se limita a decir el oficial con cierto desinterés hastiado, y al instante, el hombre tuerto se levanta, dando un ultimo trago a la botella.

El oficial escruta al soldado con el desprecio en la mirada que las ratas de biblioteca que en esta vida medran, dedican a cualquier hombre que gane su vida con las manos. El soldado, aguanta el escrutinio con esa dignidad humilde y ausente que solo un soldado que ha formado bajo el barro, la lluvia, el hambre y la enfermedad logra tallar.

Soldado Yeyn Herzbrennt, guerrero de primera línea del batallón de la Espada Quebrada, a cargo del comandante Marnarias de Arisel comienza a hablar el hombre, con una voz cansada, aburrida, y despectiva a los increíbles prodigios, la brutalidad, y la matanza que en este mismo lugar danzo hará horas, como vanos fantasmas. Quizás pudiera usted explicarnos por que hemos encontrado a su comandante desmembrado en la torre del homenaje del Alcázar Semperverno, porque sus muros parecen sometidos al fuego de decenas de maquinas de asedio cuando su batallón, una fuerza de asalto, solo contaba con cuatro balistas en su navío… quizás usted pudiera decirme como demonios pueden morir doscientos hombres, de los cuales, solo sei… el oficial desvió la mirada al fuego unos latidos de corazón antes de volver a mirar a Yeyn cinco sobreviven.

En su interior, para sus adentros, en una capa que subyace bajo la férrea disciplina que le impide moverse o dejar de mostrarse firme ante el patético hombre-ratón, Yeyn maldice y jura por no tener la ayuda de una botella para lo que debe contar.


Última edición por Ramianiala el Vie Dic 04, 2009 1:51 am, editado 2 veces
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MensajeTema: Re: Historias de guerra: Yeyn   Historias de guerra: Yeyn I_icon_minitimeMar Dic 01, 2009 4:06 am

Muy chula tio, me ha gustado mucho, obtienes puntos de experiencia.
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MensajeTema: Re: Historias de guerra: Yeyn   Historias de guerra: Yeyn I_icon_minitimeDom Dic 06, 2009 3:02 am

Historias de guerra: Yeyn Espada1 - El recuerdo de sangre y muertos: El Alcázar Semperverno - Historias de guerra: Yeyn Espada2e

Saltamos de los botes a la costa en el alba, y de nuestro navío, la vela manchada a los botes cuando aun la noche era negra como el sino de nuestro batallón… ah, no mi oficial, no busquéis nuestro navío. El mar lo ha reclamado para sí.

Como ya sabréis mi señor, Lord Reynold Semperverno, un noble hombre de Berekost, siervo del Coronel Krenshark fue hecho rehén en las mazmorras de su propia fortaleza dos meses atrás por los soldados de Erina, cuando tomaron esta por asalto. Nuestro comandante, Lord Marnarias de Arisel tenía la orden de reconquistar el Alcázar Semperverno y liberar a Lord Reynold y así lo hizo saber a nos.


Conforme el sol del atardecer moría ya, el oficial hombre-ratón tomaba buena cuenta de todo en un libro cómodamente sentado sobre su corcel. Yeyn se limitaba a pensar cuantas veces ese hombrecillo habría desenfundado el patético estoque enjoyado que colgaba de su cinturón, o cuantas veces habría arrancado de uno de sus hombros una saeta emponzoñada… tanto daba.

Teníamos informes de los espías y batidores, por supuesto. Sabíamos su número de balistas, catapultas y onagros. Sabíamos que las guardias se turnaban al alba, justo cuando nos caímos sobre ellos embozados en capas negras y prestos tendríamos nuestros puñales, cuerdas y garfios. El plan era sencillo, capitán. Usaríamos el amparo de la oscuridad que precede al amanecer para recorrer todo el camino desde la costa al castillo tan sigilosos como pudiéramos ser, una avanzadilla en la que yo mismo me contaba engancharía con garfios las almenas y las escalaria y, aun descubiertos, las aseguraríamos hasta contar refuerzos para después abrir los portones…

Fui el primero en ascender a las almenas. Uno de los soldados llego a avistarme, pero no llego a esquivar el puñal que le arroje. Recuerdo que tome con toda la presteza que pude su lanza mientras a quince pasos el otro vigía volteaba su vista, cansada por una guardia nocturna, para tener saber de que había sido aquel ruido sordo, provocado por el cadáver de su compañero de guardia al morir. Arroje la lanza atravesándole el torso limpiamente y la muralla quedo limpia de ojos indiscretos por el momento.


Yeyn dejo abruptamente de hablar. El motivo era muy sencillo; necesitaba un trago y ni todos los hombrecillos-oficiales-ratones del mundo juntos iban a disuadirle de lo opuesto. Dando un alto a la charla se dirigió a la grupo de supervivientes sentados en torno a la hoguera y reclamo con un gesto la botella, una atención que le brindaron con el aburrido interés de almas en calma. Cabria decir que el hombre-ratón no llego a dar orden a sus lanceros de traer a Yeyn nuevamente a su presencia, y si llegara a indignarse por que un simple y miserable soldado diese su espalda a un oficial, no dio muestras de ello. Quizás, aun montado en su corcel y mirando a todos desde arriba, el oficial supo ver en el único ojo del veterano soldado que algunos hombres humildes encierran el alma de demonios.

Tras de mi llego Ebrahim. Y tras Ebrahim, Jeyvco y Bronn. Ahora ellos están muertos, como creo que toda la avanzadilla continuo narrando en un tono cansado y hastiado Yeyn al volver con la botella en mano, deteniéndose ante el oficial y su corcel Pero no murieron entonces. Cual os basta saber es que nos dio tiempo a asegurar las almenas, esperar refuerzos y abrir los portones antes de que comenzasen a sonar los cuernos de guerra de esos cerdos Erinitas. Nuestros guerreros entraron casi a la par que los Erinitas salieron de sus barracones, y en semejante matanza, mientras flechas, saetas, lanzas, espadas, mazas, hachas y manguales daban muerte, creedme que me alegre de estar sobre las almenas.

Y entonces…
dijo quedamente Yeyn, alzando la vista con el cansancio y la resignación del reo que se sabe condenado. O quizás con la incredulidad del reo que continua su vida … descubrimos que nuestros espías no habían averiguado algo importante. Esos cerdos contaban con un archimago. El primero, nuestro capitán, Marnarias de Arisel salió volando ante nuestros ojos como arrojado por una catapulta. Todos pudimos ver sobre nuestras cabezas que en el cielo, sus brazos, piernas y cabeza se separaron de su cuerpo mientras los trozos caían dentro de los ventanales de la torre del homenaje. Después comenzaros a llover las explosiones. De la entrada de la torre del homenaje nos acometió con esferas de fuego, que al chocar contra nos detonaban, arrancado trozos de piel y sembrando muerte. A mi diestra y a mi siniestra se sucedía la muerte y el caos mientras éramos aplastados como hormigas bajo los malditos sortilegios de ese brujo.

Alguien, Ebrahim creo, recibió en el pecho una de esas esferas, y su cuerpo detono desmembrándose ante nuestros ojos. Mientras tanto, en el patio, La matanza seguía prosiguiéndose y puedo tener a bien deciros oficia, que tanto nuestros soldados como los Erinitas caían por decenas. En algún momento de semejante infierno, el brujo debió enloquecer, quizás por sus brujerías, quizás por la visión de la sangre, o quizás en el fondo, como todos, fuera humano y sintiese miedo. Solo recuerdo que alzo sus manos prendidas de fuego al cielo y por cinco latidos de corazón nada paso.


Yeyn dio un último trago, acabando con la vida de la botella. Una baja más.

Entonces sobrevino el infierno. Grandes rocas envueltas en llamas se precipitaron sobre nosotros, aplastándonos y sesgando nuestras vidas. El brujo había dado comienzo a un sortilegio de poder tal que ya no distinguía Erinitas de soldados de Berekost. Todos los hombres que allí luchaban comenzaron a morir despedazados por esas rocas, que se abatían sobre nosotros como el fuego incesante de una centena de catapultas. Los mismos Erinitas corrieron a guarecerse, pero las torres y murallas eran barridas como arena ante la fuerza del demonio que hubiese creado esa tormenta de muerte. Solo recuerdo los gritos de dolor y de terror fulminantemente acabados por esa fuerza destructiva mi oficial. La sangre que todo regaba mientras las murallas y los muros se derrumbaban sobre nosotros. En medio de ese infierno, Bronn, quizás uno de los pocos que había conseguido mantener fría su mente, me grito pidiéndome el hacha que en aquellos momentos sostenía. Recuerdo arrojársela sobre la miasma de muerte y llamas, recuerdo que el la cogió y arremetió contra el archimago, golpeando en su misma garganta con el filo… con un roce de sus dedos, el brujo a la par, separo el cuerpo de Bronn de un espectro níveo… no soy hombre de Fe mi capitán, pero yo diría que ese cerdo de los siete abismos le arrebato el alma.

Aun con la muerte del brujo, el caos no ceso. Yo corrí a guarecerme en los establos, y las almenas se derrumbaron sobre mi… cuanto resta… es ya de vuestro saber.


Los lanceros nada dicen, pues sus yelmos de mallas anilladas esconden el rostro sorprendido por el relato que han escuchado. El hombre-ratón en cambio, permanece con el rostro entre abierto, contemplando a ese hombre de ánimo hundido y resignado, que firme y calmadamente le ha referido la historia de la muerte de más de quinientos hombres.

Yeyn solo piensa en cómo un hombre-ratón que necesita de un corcel para sobresalir entre los soldados puede ser el superior de mas de cien hombres que han batido mil veces su espada contra cien veces mil enemigos. El veterano soldado golpea con su puño el corazón y extiende la mano hacia delante, como una saeta, en un saludo militar. Tras ello, vuelve con los escasos supervivientes del batallón de hombres que tantos y tantos años han luchado a su vera.

En el horizonte, la noche cae.
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MensajeTema: Re: Historias de guerra: Yeyn   Historias de guerra: Yeyn I_icon_minitimeVie Dic 11, 2009 8:28 am

Obtienes px por la historia, muy chula como siempre.
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MensajeTema: Re: Historias de guerra: Yeyn   Historias de guerra: Yeyn I_icon_minitime

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