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 Lédnur Eldárian, "Barbarroja"

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MensajeTema: Lédnur Eldárian, "Barbarroja"   Lédnur Eldárian, "Barbarroja" I_icon_minitimeDom Sep 27, 2009 9:49 pm

Como ya dije vengo de otro servidor, de Puerta de Baldur. En unos días escribiré la historia que le llevó a Eternia, pero por el momento iré subiendo algunas que ya escribí en su día.
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MensajeTema: Re: Lédnur Eldárian, "Barbarroja"   Lédnur Eldárian, "Barbarroja" I_icon_minitimeDom Sep 27, 2009 10:01 pm

SOBRE TÉD MEN-ÄRAS


Téd Men-Äras era la capital del reino de Fyegir, nombre del dragón que tiempo atrás tomara parte en una de las guerras más trascendentales de la historia del hombre en el continente de Enedh-Béreg, vulgarmente conocido como Cien Lunas. Había sido construida por enanos, como ofrenda a los hombres con los que mantenían cordiales relaciones desde los tiempos antiguos. Grandes eran sus dotes y así lo demostraron con esta obra de arte: una ciudad amurallada, toda de roca caliza, perfectamente estructurada. En sus muros se dejaban entrever rasgos clásicos de la arquitectura enana.

Fue levantada sobre una colina rodeada de agua, dónde cuenta la leyenda que, muchas lunas atrás, había nacido Fyegir el Venerable. Barría un área de tres mil metros cuadrados, ocupando toda la colina. Sólo dejaba al desnudo la falda de la montaña. No había forma posible de entrar si no era a través de su portón principal, pues el muro no tenía más aperturas. Mas había varios caminos subterráneos que comunicaban las montañas vecinas con distintos sectores de la ciudad; y, aunque no se habían utilizado nunca, eran una vía de escape alternativa por si la ciudad era invadida. Dichos caminos habían sido las galerías de recreo de Fyegir en vida y estaban cerrados a cal y canto por conjuros mágicos que sólo conocían los más sabios de Téd Men-Äras.

El camino que comunicaba con el portón serpeaba hasta llegar a la entrada de la ciudad que se erguía majestuosa e imponente en su trono, la colina de Äras. La Ciudad de la Colina la llamaban. Dos hermosas torres esculpidas a ciencia exacta custodiaban su puerta y otras tantas similares resguardaban los distintos flancos de la muralla. Tenían una altura considerable, cerca de los cincuenta metros. Eran de roca caliza, y ambas tenían dos salientes a media altura, a una treintena de metros del suelo. Desde ellos se arrojaban al vacío a cualquiera que hubiera ido contra la ley, severa donde las haya. Dos surcos se hendían en la roca, cruzándose periódicamente en la cara delantera de ambas, con una distancia entre cada cruce próxima a la altura de un mediano. Un encantamiento los iluminaba en las noches de luna llena, dando un efecto similar al de un arroyo que baja por la ladera de una montaña. El estandarte de la ciudad se erguía señorial en la cima de ambas. Ésta tenía una pequeña apertura, siempre vigilada y custodiada por los más selectos arqueros de la guardia.

Ambas torres se conectaban a través del portón. Éste tenía grabado sobre la roca el emblema de Äras, dos alas sosteniendo en pleno vuelo un libro abierto con La Espada en llamas, rodeado de un pálido azul invernal; custodiado por el Hálito de Fyegir; en honor al dragón que salvara la ciudad muchas edades atrás. Una pequeña estatua dorada con su forma se erguía sobre el portón.

En su interior las calles seguían un patrón común. Cada una se bifurcaba en dos en sus extremos, dándole así a la ciudad una forma laberíntica; con el fin de que si algún día fuera asaltada se pudieran tender emboscadas fácilmente tras los muros de la ciudad. Comunicaban los distintos sectores en que se dividía la ciudad. Varios eran los gremios en que se fracturaba, conectando todos con el centro de la misma, dónde vivía la clase noble. De gran importancia era la Avenida Ancha, dónde durante el día la actividad comercial era más intensa; o la casa del señor Eldárian, uno de los más sabios de la región por no decir el que más. Había sido un buen amigo de Fyegir y mantenía unas extraordinarias relaciones con los enanos de la zona.

La imagen era digna de ser mencionada en cualquier canción del reino. Era una estampa digna de preservar durante generaciones.


SOBRE LÉDNUR



Lédnur era el hijo del hermanastro de Ithme, el señor Thédnur, carpintero de la ciudad; y de Miara Reins, una dama hija de un noble de una ciudad vecina.

De gran reconocimiento era su padre, pues tenía contactos en todos los altos cargos de la ciudad. Era el único que restaba en la ciudad de su oficio, mientras que en todos los demás eran varios los que ejercían la competencia. Había dedicado todo su entusiasmo a trabajar con la madera, pues ya su padre le inculcó sus habilidades en el trabajo desde chico. Su madre era una señora ejemplar. Cuidaba de su marido y le echaba una mano cuando la necesitaba en el trabajo. Hacía las veces de comerciante, intentando llevar la obra de Thédnur a otras ciudades. Formaban un núcleo familiar muy compacto, sin duda alguna una de las familias con más reconocimiento pese a no gozar de riquezas ni bienes de gran valor; pues Thédnur gozaba de grandes influencias en la ciudad de Äras gracias a su hermanastro y al hecho de ser el único de su oficio en muchas millas a la redonda. La familia llevaba una vida ejemplar, y el nacimiento del joven Lédnur era de lo poco que podía mejorar aún más la situación de dicho matrimonio. Sin embargo no todo continuaría como pareciera.

Una noche sería recordada por muchos y gravada a yunque y martillo en sus seseras. Una noche nefasta para la familia de Thédnur, cuando su hijo aun no llegaba al año de edad. Una noche que terminaría siendo recordada en las canciones de los trovadores de la ciudad de la colina. Una noche abrazada al infortunio y la desdicha. Una noche…

Las estrellas se alzaban impetuosas sobre el cielo oscuro que envolvía a la región, diminutas luces que se difuminaban al entrar en contacto con la niebla como si de agua se tratara. Tímidas atravesaban la bruma, permitiendo a los viajeros poder seguir el camino hasta Téd Men-Äras. “Los Pequeños Vigías” las llamaban, pues eran con frecuencia las únicas luces que podían mostrar el sendero a la ciudad. Eran poco más de las nueve y el buen capitán de la guardia, el señor Cardiff, patrullaba las afueras de la ciudad. Respetado por méritos y caballero de honor, defensor de la causa de Fyegir, uno de los mejores amigos de Thédnur. Miraba las estrellas buscando respuestas que le guiaran por la buena senda que le condujera a solventar con garantías aquellos actos de vandalismo que se venían sucediendo.


- Ohh Fyegir, Caballero del Fuego, Sierpe Noble y Venerable, si en mis manos estuviera la dicha de todos, acabaría con todo esto de un plumazo, decía esgrimiendo su estoque y apretando el puño hacia el cielo. De buena garantía lo sabes. Mi coraje y voluntad los derribarían en un instante …



Sólo se escuchaban las palabras de Cardiff. No se oía ni tan siquiera el susurro del viento. Su conjura retumbaba breve en la lejanía, como el último aliento de vida de un guerrero desesperado en mitad de la batalla repica en el metal de las armaduras de sus compañeros caídos y en el acero templado ensangrentado del fulgor de la muerte. El silencio era desesperante, envolvente, pero a Cardiff le transmitía seguridad y confort. Una figura esbelta a caballo desafiando al cielo. El Capitán de los Reyes.


Avanzaban las horas, y el coraje de Cardiff se iba amilanando. Había recorrido los alrededores durante muchos minutos, y el cansancio empezaba a hacer mella en él. Decidió regresar a la ciudad, agotado por la dura jornada. Fue en ese preciso momento cuando una luz roja se iluminó en el cielo, sorprendiendo a Cardiff que cayó de su montura. La luz roja se precipitó contra el suelo a muchos metros del guardia, y un grito estridente corrió un tupido velo de muerte en el sendero. Las estrellas se apagaron, y lo único que se veía en toda la zona era una llama que poco a poco iba creciendo. Una antorcha de esperanza para aquel capitán que yacía tendido en el suelo tras haber perdido el equilibrio.

Durante varios minutos Cardiff permaneció inconsciente. Su caballo había huido a la ciudad pues de buena tinta conocía el camino. Poco a poco consiguió volver en si mismo.

- Arghhh, que caída más tonta, lamentaba mientras se iba poniendo en pie lentamente. Arriba valiente, decía.


Una vez en pie permaneció unos segundos en silencio observando la llama lejana. Aún ardía con vigor. Sin dudarlo corrió como si en ello le fuera la vida, llegando a la zona de los acontecimientos en pocos minutos. La situación era ilógica. En el centro había un árbol envuelto en llamas, mientras que la hierba de alrededor estaba destrozada, pero no había ardido. La llama sorprendentemente no había quemado el árbol. Estaba intacto. Había pisadas por todas partes, cómo si hubiera ocurrido una pelea. Un cuerpo parecía haber yacido en la hierba, se podía apreciar claramente una silueta humana. Muy delgada, con curvas, probablemente de una mujer. La llama recorría el árbol de raíces a copa, una llama de un color rojo muy vivo.

- ¿Qué habrá ocurrido aquí?, se preguntaba Cardiff. Todo es muy extraño, aunque he de actuar con presteza. He de avisar a todos los cuerpos de seguridad de la ciudad, esto es realmente sobrecogedor, decía mientras apretaba un puño contra otro. Sin duda será obra de alguno de estos desgraciados bandidos.

Cardiff fue a ponerse en marcha a la ciudad cuando la llama se tornó azul celeste y escuchó, claro y fuerte, un llanto a pocos metros de su posición. La llama iluminó el lugar exacto de dónde procedían. Cardiff no sabía qué hacer, si escapar de allí para proteger su vida o acercarse al llanto y cumplir con su deber.

- Fuerza, honor y coraje. Ten temple amigo mío y acércate, puede ser alguien que necesite ayuda, se auguraba a sí mismo en voz baja, con el fin de no perturbar el llanto.


Dicho y hecho se acercó lentamente. Para su sorpresa encontró un recién nacido envuelto en una manta blanca con bordado rojo en la cuneta del sendero. Cardiff no dudó en recogerlo, pues en seguida le reconoció. Un rostro demasiado familiar para él.

- El pequeño Lédnur … Corre a la ciudad, ¡CORRE!, se gritó a si mismo.


Cardiff recorrió los más de seiscientos metros que separaban las puertas de la ciudad a puño de hierro, sin vacilar un instante, impulsado por una fuerza que en él era superior a cualquier habilidad física o mágica, la lealtad hacia los suyos. Podría haberse detenido una vez cruzó las puertas, pero continuó sin pensárselo dos veces. Los pocos que restaban aún en las calles le miraban sobresaltados. No podían explicarse cómo un hombre con una armadura que quizás pesara un tercio de su peso podía correr de aquella forma.

Atravesó varias calles, hasta llegar a la Avenida Ancha, dónde se detuvo exhausto. Tras unos segundos para recuperar el aliento recobró la marcha. Sabía dónde vivía Thédnur y a los pocos minutos se presentó en su casa. Estaba iluminada, a pesar de la hora que era. Cardiff escuchaba voces a través de la puerta. Había al menos dos personas con tonos de voz claramente distintos, una mucho más grave que la otra. Las reconoció en seguida y golpeó la puerta con todas sus fuerzas, vociferando:

- ¡ABRID, ABRID BUEN THÉDNUR, EL ASUNTO LO REQUIERE¡

Las dos personas dejaron de hablar sobresaltadas. Uno de ellos se apresuró a la puerta, abriéndola al instante.

- Pase, Cardiff, dijo mientras tomaba el bebé en sus manos, susurrándole unas palabras para que cesara su llanto. Mi hermano está en el salón. Suponemos el motivo de su visita.


Cardiff entró en la casa. El salón estaba justo a la derecha de la entrada. Allí había un hombre sentado a la luz y el calor de la chimenea. Un hombre de unos cincuenta años, pelo castaño y visiblemente fatigado a los ojos del guardia. Su rostro estaba descompuesto, los ojos rojos, la cara irritada, babeaba como un enfermo. Cardiff se sentó junto a él y tomó sus manos aferrándolas entre las suyas propias.

- ¿Qué ha ocurrido?, ¿dónde está mi mujer?, ¿mi hijo, qué ha pasado con él?,¿no les habrá pasado nada malo?, preguntaba el otro hombre desesperado, con lágrimas en los ojos que le recorrían las mejillas.


- Tranquilo Thédnur, tranquilo, dijo Cardiff ante tantas preguntas. Veo que tanto vos como el señor Eldárian estaban reunidos y vos estaba realmente preocupado, dijo refiriéndose a Thédnur. No se preocupe, actuemos con sensatez. Usted avise a todos sus amigos que se preocupen por el orden y la justicia de la Ciudad de la Colina. Ithme y yo iremos al lugar de los hechos. Daremos con el culpable. Se lo aseguro.

- Pero, mi mujer, mi mi …había salido a pa… pasear con Lédnur, le gustan mucho las noches como la hoy de no puede pasar malo que si esto no no no, balbuceaba nervioso, sin entendérsele palabra alguna.

- Haga lo que le dice hermano. Nosotros nos ocuparemos.

- Bu …..bue …..bueno, vaa….vale. Confío en usted, hermano …. Avisaré a la guardia, a todos sus compañeros, refiriéndose a Cardiff.

- Hace usted bien, Thédnur. Deje a su hijo en casa de su hermano, allí no correrá peligro.

- Así haré mi buen Cardiff. Así haré, dijo Thédnur más tranquilizado que al principio.

- Vamos lléveme al lugar de los hechos capitán, indicó Ithme en tono severo, a la par que Cardiff instaba a abandonar la casa a los presentes.


Dejaron la vivienda tomando direcciones opuestas. Thédnur fue presto a avisar a la guardia y a dejar a su hijo en casa de su hermanastro. Ithme y Cardiff partieron al lugar de los hechos. Desde las calles de la ciudad ya se observaba una luz azul en los campos circundantes. Conforme se iban acercando al portón aceleraban la marcha, echando a correr una vez lo atravesaron. Había una gran multitud bajo aquel árbol azul celeste. La curiosidad había picado a muchos ciudadanos. La guardia estaba allí presente, junto con altos cargos del ejército de la ciudad. Intentaban que los presentes se retiraran a sus respectivas casas. No obstante nadie hacía caso. Ithme permanecía en un segundo plano, mientras que Cardiff se adelantó, poniéndose frente a la gran masa congregada en el lugar.

- ¡Amigos, retrocedan a sus casas!, exclamó Cardiff. Una vez hayamos resuelto el misterio de la situación serán informados de lo que ha ocurrido. No queremos que aparezcan en este momento esos bandidos y encuentren este festín para ellos. Regresen a sus hogares y mañana me encargaré personalmente de que sepan lo acontecido. Circulen por favor, están ralentizando el trabajo de los cuerpos de seguridad de la Ciudad de la Colina; inquirió Cardiff amablemente.

La muchedumbre al reconocer la figura de Cardiff se retiró a la ciudad siendo conducida por la guardia presente. Todos le creían, pues había preservado hasta ahora el orden en Téd Men-Äras. Finalmente quedaron allí varios miembros del ejército, Cardiff y el anciano Ithme. Los milicianos preguntaron a Cardiff por los hechos, pues sabían que, en las últimas noches, él era quién había estado patrullando los campos exteriores a la ciudad. Ithme les ignoró de momento. Se fue acercando poco a poco a la llama azul, con la mano derecha en alto, conjurando unas palabras. Estaba bajo la sombra del árbol cuando alzo la siniestra, acariciando suavemente la llama con la yema de los dedos. Ésta desapareció súbitamente, lo que Ithme acompañó con un guiño de ojo al cielo. Los que estaban reunidos se sobresaltaron, aproximándose rápidamente al anciano.

- Muchas gracias hemos de darle a nuestro amigo Fyegir, pues de no ser por él no habríamos podido dar con el joven Lédnur. Mucho me temo que no hemos acudido a tiempo y la buena Miara no ha podido gozar de la misma suerte que su retoño. Hemos de buscarla sin demora, sé que varios de ustedes son especialistas en seguir rastros, en su juventud fueron exploradores. Así que ya saben que hacer. Usted Cardiff regrese a la ciudad y tranquilice a mi hermano y a la muchedumbre, dígale que yo me ocupo del resto, dijo Ithme mirando a los presentes.


Nadie le discutió ni una sola palabra, pues parecía muy convencido de lo que decía. Cardiff regresó a la ciudad, mientras que Ithme y los demás comenzaron a rastrear posibles pistas que les delataran el paradero de Miara.

El capitán de la guardia llegó a la ciudad más tranquilo, pues depositaba una gran confianza en Ithme. Una vez pasó el umbral de las torres fue en busca de un compañero para que le sustituyera momentáneamente en su posición, pues tenía que avisar a Thédnur de que todo estaba bajo control en las manos de su hermano. O al menos eso pensaba. No a muchos metros de la entrada a la ciudad estaba su compañero Gregmánar, teniente de su cuerpo. Tas la petición de Cardiff éste le relevó durante el resto de la noche. Era hora de visitar al pequeño Lédnur y a su padre.

El camino estaba oscuro, pero afortunadamente conocía bien el camino. No era la primera vez que visitaba la casa del señor Eldárian. Tomando atajos consiguió llegar en poco menos de quince minutos. Thédnur esperaba sentado en el umbral de la puerta. Al escuchar a Cardiff se levantó diciendo mientras se secaba las lágrimas de la cara:

- Supongo que mi hermano se ha quedado en el lugar de los hechos, pues le veo regresar solo. ¿No han averiguado nada de mi mujer?

- Me temo que no sabemos nada aún. Su hermano ha partido con el mejor cuerpo de espionaje de la ciudad. Pronto vendrán con noticias sobre la buena señora Reins. Mientras deberíamos descansar. Han sido muchas emociones en poco tiempo. Entremos y esperemos a su hermano, sugirió Cardiff.

- Sí, será lo mejor, aunque no creo que pueda conciliar el sueño, sollozaba Thédnur.

- Hagamos lo posible mi buen amigo, dijo Cardiff mientras le dejaba paso para entrar en la casa.


Era más bien una pequeña mansión rodeada de libros por doquier. No había habitación en la que no hubiera menos de una decena de estanterías repletas. Bien trataran sobre magia en sus distintas variantes como sobre historias del mundo antiguo, los libros eran el objeto predominante en aquella casa. Una amplia escalera esmeralda en caracol se postraba ante ellos. La galería era extensa. A la izquierda de la puerta estaba la sala de estudio y a la derecha un salón pequeño para recibir a las visitas. Una lámpara colgaba del techo iluminando la entrada. Tenía forma de dragón, con candiles colgando de sus alas. El suelo era de mármol y tenía palabras gravadas en idioma dracónico. “Bienvenido amigo” decía en la entrada. Todo sin duda había sido obsequio de los amigos enanos de Ithme, pues estaban en deuda con él.

- Pasemos al salón, allí podremos sentarnos a descansar unas horas mientras buscan a mi esposa. Necesito relajarme o, al menos, intentarlo.


Cardiff le seguía detrás, contemplando la casa ensimismado, a pesar de que podía ser la quincuagésima vez que la visitara. En el salón había un enano al cuidado de Lédnur, que ahora dormía plácidamente en una cuna improvisada con madera y harapos que probablemente Thédnur encontrara en casa de su hermano.

- Saludos maese guardia, espero se encuentre como en casa, saludó el enano en voz baja para no despertar al niño. Me iré ahora que están vosotros aquí a la entrada de la ciudad. Esperaré el regreso de este viejo chiflado y su cuadrilla de hombres de verde.

- Haga su voluntad, Grôhm, Trueno de la Batalla. Nosotros cuidaremos del joven Lédnur, asintió Cardiff mientras Thédnur se sentaba en uno de los sillones de la sala y cerraba los ojos para conciliar el sueño.


Dicho y hecho el enano partió a su cometido. Grôhm era uno de los mejores compañeros que Ithme había encontrado durante todos sus viajes. Con mucha frecuencia visitaba la casa del anciano llevándole presentes de su raza. Cardiff se quitó la armadura y se puso más cómodo. Dejó sus pertenencias en el sofá y se sentó junto a ellas, quedando dormido a los pocos instantes.

Muchas horas pasaron hasta que Cardiff despertara. La luz de la mañana entraba por los ventanales del salón. Cardiff fue abriendo los ojos poco a poco. Frente a él estaba Thédnur con la cara mirando al suelo, siendo abrazado por su hermano, que tenía un aspecto lamentable. Su túnica estaba rajada desde el cuello hasta la cintura y había perdido buena parte de las costuras inferiores. Su cabello estaba cubierto de polvo. Lédnur permanecía en silencio en su cuna. No había nadie más presente. Tan solo ellos cuatro. El guardia se levantó, y se dispuso a hablar cuando quedó enmudecido. Ithme le estaba mirando a los ojos. Eran totalmente negros. No tenía iris ni pupila. Cardiff no daba crédito a lo que veía. Los ojos de Ithme habían sido siempre azules, transparentes como agua purificada. Intentó decir unas palabras cuando fue interrumpido por Ithme.

- No diga nada mi buen capitán, la pérdida … ha sido drástica …, dijo con una doble voz solemne.[i]
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MensajeTema: Re: Lédnur Eldárian, "Barbarroja"   Lédnur Eldárian, "Barbarroja" I_icon_minitimeDom Sep 27, 2009 10:12 pm

SOBRE COMO LÉDNUR SUPO DE SUS DOTES INNATAS:


La ventana de la habitación de Lédnur estaba abierta de par en par, y ya se escuchaban en la lejanía los primeros cantos de los gallos. El sol se erguía majestuoso sobre las colinas circundantes de la Ciudad de Äras inundando la región con una luz radiante. Los árboles de los campos respondían a su llamada abriendo sus hojas de par en par, y el rugido de las aguas del río que rodeaba la ciudad se hacía más sonoro. Los pájaros alzaban sus cantos sobre las torres vigilantes, intentando rivalizar con los gallos. Los últimos grillos que aun intentaban hacerles frente se recogían a descansar, pues la naturaleza entraba en consonancia con el despertar de la estrella de fuego.

A los pocos minutos ya se escuchaba, calles abajo, al gentío acumulándose en torno a las tiendas del mercado. Las voces del capitán Cardiff poniendo orden, los habilidosos en el regateo intentando persuadir a los mercaderes, las madres con sus hijos comprándole los primeros dulces del día… Comenzaba una nueva jornada en la Ciudad de la Colina.

- ¡Lédnur, venga arriba holgazán!, gritaba Thédnur desde la cocina de la casa mientras preparaba el desayuno. ¡Tengo que ir a visitar a tu tío y tengo que abrir la tienda, vamos si no quieres que tenga que ir a levantarte yo!


Lo que Thédnur desconocía es que Lédnur ya no estaba en casa. Había salido antes del amanecer para visitar a su tío. Pasaba mucho tiempo con él, y mantenía una gran amistad con los amigos enanos de Ithme, en particular con Grôhm. Dado que tenían la misma estatura para él era como un hermano, a pesar de que le aventajara notablemente en edad.

El joven chico, de aún unos 4 años de edad, prefería aprender con su tío en vez de tener que ir a la escuela como hacían los demás niños de su edad. Se sentaba junto a Ithme y leía durante horas y horas los muchos libros que tenía éste en su biblioteca particular. Podía pasarse hasta días sin aparecer por casa, totalmente absorto en su lectura, pero no porque él no quisiera regresar, sino porque perdía completamente la noción del tiempo.

- Jovencito, tu padre me va a cortar las orejas como sigas sin pasar por casa. No haces más que leer y leer, sin duda una grata afición, pero también tienes que estar con tu familia, le insistía Ithme.

- Pero tito, yo … yo … es que papá no tiene libros chulos en casa, y tu pues pues … pues tienes todos los libros del mundo, balbuceaba el niño, aquí aprendo más. Además, si sólo llevo un ratito muy chiquitito leyendo, déjame leer más.

- ¡Pero si llevas aquí diez horas sin parar de leer pequeño truhán!, decía su tío mientras se reía con la inocencia de Lédnur. A este ritmo cuando seas un jovencito hecho y derecho vas a haberte leído mis libros dos centenas de veces.

- Déjale viejo cascarrabias, carraspeaba Grôhm, el niño tiene que aprender. A saber cómo seríais tú y tu hermano. Este chaval vale su peso en oro.


Así era el día a día en la vida de la familia Eldárian, con visitas esporádicas del bravo Cardiff para ver qué tal estaba el joven Lédnur. Todos le prestaban una gran atención. No obstante las cosas iban a ser ligeramente diferentes aquella mañana.

Lédnur salió de su casa cuando aún no cantaban los gallos.

Eran las cinco de la madrugada cuando abrió sus ojos de par en par. La habitación estaba totalmente a oscuras, lo cual no le suponía un obstáculo pues la conocía a la perfección. De un salto se puso en pie, y sin perder un solo instante fue al armario que tenía frente a la cama, cogiendo la ropa que dejara preparada la noche de antes y cambiándosela por el pijama que llevaba puesto. También cogió su abrigo, que tenía una capucha con la que poder resguardarse el rostro del frío y la lluvia. No le preocupaba que sus movimientos fueran bruscos, pues su padre dormía como un oso en el otro extremo del pasillo.

No obstante el chico estaba inquieto. La lectura del día anterior ocupaba todos sus pensamientos, y dejándose llevar por la curiosidad decidió escapar de casa por la ventana, pues la puerta de la casa tenía doble cerradura y su padre nunca la dejaba abierta. La altura entre la repisa y el suelo era de unos dos metros, por lo que la caída no era excesivamente peligrosa. Lédnur saltó sin pensárselo dos veces, parecía que estuviera acostumbrado a hacerlo con gran frecuencia, mas era la primera vez que escapaba de casa por la noche. Una vez realizó la acrobacia y se sacudió la tierra de las botas, emprendió la marcha a casa de su tío con paso ligero.

La noche era cerrada y las nubes a duras penas dejaban vislumbrar la luz de la luna. Una fina llovizna caía rasgando el ambiente. Las calles de la ciudad estarían desiertas de no ser por los serenos que circulaban abriendo las puertas de las casas de aquellos que volvían de las tabernas y habían perdido sus llaves por el camino. Algunos le decían a Lédnur:

- ¡Niño, pero dónde vas con las horas que son! Vamos, vamos que te acompañe a tu casa. ¡Si tu padre se enterara!

Pero Lédnur echaba a correr cada vez que alguien se acercaba a él y callejeaba hasta perder de vista a quien le molestaba. Fueron tres serenos y un borracho los que intentaron frenarle, fracasando todos en el intento. Por suerte la ciudad estaba limpia de ladrones y cualquier otra clase de maleantes, pues el trabajo de la guardia era excepcional.

Cuando el chico estaba a pocas calles de la su destino se cruzó con alguien que le habría conocido de no llevar el rostro oculto bajo la capucha de su abrigo. No obstante su amigo Grôhm no le reconoció. Probablemente vendría de la taberna cercana a la casa de Ithme, pues solía remojar el gaznate antes de partir a casa de los suyos. Los Altos Vientos se llamaba, y famosa era por su cerveza y sus platos de jamón, los cuales terminarían por causar una gran sensación en el joven en sus años venideros.

Continuó su camino, y no mucho más lejos de dónde se cruzara con Grôhm, se encontró a su tío que salía de la taberna. No le hacía falta ver su rostro para saber que se trataba de él, pues su abrigo rojo con tallas doradas y su capa de terciopelo del mismo color le delataban.

- ¡Tito Ime, tito Ime!, vociferaba el niño mientras corría hacia su tío.


Ithme se detuvo en seco al reconocer a quien le reclamaba pocos metros detrás de él. Se giró y agachándose abrazó al chico que corría a sus brazos.

- ¿Pero qué haces aquí?, ¿qué ha ocurrido, qué ha pasado?, ¿cómo que no estás en tu cama?, ¿ha pasado algo malo?, repetía Ithme alterado por la situación.

- ¡No, no, no pasa nada tito! Quiero leer, quiero leer lo mismo de ayer, quiero terminar la historia, decía Lédnur.


Ithme recobró el aliento y la respiración tras escuchar a su sobrino.

- ¡Maldito bribón, me has dado un susto de muerte! ¡No le hagas más esto a tu tío! Vamos a casa que tu padre tiene que estar preocupado, que ya mismo abrirá la tienda y como no te vea en casa le va a dar un ataque al pobre hombre.

- ¿Un ataque de qué tito?, ¿qué le pasa a papá?, preguntaba Lédnur preocupado sin comprender a su tío.

- Un ataque de tortas que te va a dar como no estés en tu cama. Vamos a tu casa, dijo Ithme mientras se echaba al niño al hombro.

- ¡No! ¡No! ¡No! ¡No! ¡Yo quiero leer!, pataleaba el niño.

- Pues te vas a quedar unos días sin leer por haber desobedecido a tu padre, enano.

- Enano tú. ¡Suéltame, suéltame y llévame a leer ya!, vociferaba el niño visiblemente cabreado y atrayendo las miradas de los que salían de sus casas para ir a trabajar, pues empezaba a amanecer.

- Vaya sobrino más revoltoso me ha tocado, pobre de mi hermano, decía Ithme a quienes contemplaban confusos la escena.

La discusión se repitió sucesivamente hasta que Ithme llevó de vuelta a casa al niño, que había perdido la compostura y estaba totalmente fuera de sus casillas. Dentro se escuchaba a su padre que le reclamaba en su presencia. Fuera, Ithme seguía con Lédnur cargado al hombro para que no se escapara otra vez. Con la mano con la que no sostenía al chico llamó a la puerta.

- ¡Hermano te traigo al pequeño bicho, espero que la próxima vez tengas más cuidado con él!, gritó.

De repente Ithme notó como el peso del niño se reducía en exceso, hasta el punto de no sentir ninguna carga sobre su hombro. Se llevó la mano izquierda al hombro derecho corroborando sus sensaciones. Sorprendido se dio la vuelta mientras, entretanto, su hermano abría la puerta de la casa.

- Menos mal que le traes de vuelta. Mira que escaparse … le voy a dar de …, decía Thédnur hasta ver que Ithme estaba solo de espaldas a él.


Tras unos segundos de silencio dijo:

- ¿Has perdido el juicio?, ¿dónde esta el niño?, preguntaba sin entender nada.

Ithme cerró los ojos durante un instante mientras daba varios pasos al frente. Giró a la derecha desapareciendo del campo de visión de Thédnur.

Varios minutos después apareció con el brazo derecho en alto y riendo solo. Thédnur, que permanecía ensimismado en la puerta de su casa, pensó que su hermano había perdido completamente la cordura. Conforme se iba acercando notó que no hablaba solo, sino que había quien le respondía. Cuando estuvieron lo suficientemente cerca de la casa Thédnur reconoció la voz.

- ¿…Lédnur…?, preguntó desconfiado.

Ithme no pudo contener una carcajada tras la pregunta de Thédnur. Una vez consiguió controlarse le asintió palmeando su hombro.

- Este chico es una caja de sorpresas.
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MensajeTema: Re: Lédnur Eldárian, "Barbarroja"   Lédnur Eldárian, "Barbarroja" I_icon_minitimeLun Sep 28, 2009 12:14 am

Gracias por la aportación.

Aunque te agradecería, que la historia de tu personaje Lednur que has creado en Alas de batalla vaya en un post aparte.

No se puede poner conjunta a esta historia, porque mencionas lugares y aspectos que no corresponden a Eternia, ni tiene cabida en su mundo.

De todos modos, la historia está genial. Gracias. Wink
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MensajeTema: Re: Lédnur Eldárian, "Barbarroja"   Lédnur Eldárian, "Barbarroja" I_icon_minitime

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